Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él (Prov. 22:6).

En el Nuevo Testamento, en 2ª Timoteo 1:5, y 3:14-16, se nos habla de un joven llamado Timoteo, quien desde pequeño fue instruido en los caminos del Señor. Este muchacho llegó a ser un siervo muy útil en la obra del Señor. Se dice de él que llegó a hacer la obra de la misma manera que el apóstol Pablo (1ª Corintios 16:10).
Curiosamente, vemos que no fue instruido por su padre, sino por otras personas: su abuela Loida y su madre, Eunice. Timoteo no tuvo el ejemplo paterno para seguir sus pisadas en el servicio, pero tuvo a su madre y a su abuela, quienes le instruyeron en los caminos de Dios.
Como padres necesitamos de la Gracia:
Dada nuestra humana debilidad, es frecuente que los padres tengan mucha confianza en lo que ellos pueden hacer en la crianza de los hijos: en sus enseñanzas, en sus oraciones, en la amonestación y la disciplina. Esto, sin duda es muy útil. Pero pudiera ser que, a causa de esto, tengamos una justicia propia muy grande, y lleguemos a pensar que por hacer nosotros todas estas cosas, nuestros hijos debieran ser los mejores, los más espirituales.
Sin embargo, todavía necesitamos de la gracia de Dios. Él, en su soberanía a veces permite que nosotros vivamos situaciones adversas con nuestros hijos, porque quiere limpiarnos de nuestra justicia y nuestra autoconfianza. Él quiere mostrarnos que sin él no somos nada, que no es por nuestra fidelidad como padres que nuestros hijos son fieles, sino sólo porque él es Dios bueno, misericordioso y fiel.
En tiempos como estos no es fácil criar hijos, pero de la mano de Dios todo es posible.