SELLADOS CON EL ESPÍRITU

“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”.
Efesios 1:13


El sello más “famoso” del nuevo testamento se colocó en la tumba donde pusieron el cuerpo de Jesús. Los soldados romanos rodaron una piedra sobre la entrada y así “aseguraron el sepulcro, sellando la piedra” (Mateo 27.66). Los arqueólogos creen que se trató de dos ribetes que se extendieron como cintas al frente de la entrada, pegados con cera endurecida que llevaba la impronta del gobierno romano: SPQR (Senatus Populusque Romanus o Senado y Pueblo Romano). Como para decir: “¡Mantenga la distancia! El contenido de este sepulcro pertenece a Roma”. Por supuesto, el sello de los romanos fue por completo inútil.
En cambio, el sello de Espíritu Santo se conserva y tiene “fuerza de ley”. Cuando aceptaste a Cristo, Dios te selló con su Espíritu: “habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1.13). Cuando los atracadores del infierno vienen para separarte de Dios, el sello los aleja de inmediato. Él te compró, es tu dueño y te protege. Dios pagó un precio demasiado alto como para dejarte desprotegido.

Extraído de libro Acércate sediento de Max Lucado.