PUESTOS LOS OJOS EN JESUS


 ¡Que hermoso sentir! cada día nuestro anhelo es vivir al agrado de Dios, manteniendo nuestros ojos en Jesús, pero entonces por qué nuestra mirada de pronto sin darnos cuenta no está conectada con Cristo.

Las respuestas pueden ser múltiples según la realidad que cada una de nosotras puede experimentar en su día a día.
  •   Los niños cada día dan más trabajo
·         Esta casa que parece dar más afanes  con el tiempo
·         Mi marido con los años está más complicado de entender
·         El cansancio físico de la edad no me permite exigirme como antes…
    y mil explicaciones según las mil realidades de la vida.

Una frase que comúnmente escuchamos es “mi Dios sabe que lo amo y el me entiende”…no puedo contradecir esa expresión verdaderamente Dios nos ama, pero será que porque Él nos ama, debemos seguir acomodándonos a este siglo y vivir un evangelio menos exigente.
En la actualidad la tendencia es, facilitar la vida, no complicarse es el lema, hagan todos lo que quieran y busquen la felicidad como mejor les acomode, y en ese “acomode” los cristianos también acomodamos el evangelio a nuestro horario a nuestros tiempos libres, que como son pocos, van dejando una agenda cada vez más limita para el Señor en nuestras vidas, sin ir más lejos muchos templos ya cierran sus puerta los días de semana porque la congregación solo acude los domingos.
Que pasa con las nuevas generaciones, acaso hemos olvidado que Dios es el mismo ayer hoy y por los siglos.
Jesús vino a mostrarnos el camino y nos dio ejemplo de vida siempre priorizó las cosas del Padre, pero sin desentender las necesidades del pueblo, alimento al hambriento, sanó al enfermo, consoló a la viuda y al huérfano, pero siempre tuvo claro que debía servir y cumplir el propósito de Dios para su vida acá en la tierra.
Así también nosotros debemos cumplir con todas nuestras actividades diarias, pero sin dejar de lado, el propósito de Dios para nuestra vida en esta tierra, muy por el contrario ese propósito debe ser la razón principal de nuestro existir. No olvidemos que estamos de paso, nuestra morada celestial nos espera, pero para alcanzarla en honra debemos entregar nuestra vida a Cristo y seguir la senda que Él nos trazó con ese amor eterno, que hasta la cruz padeció, para mostrar a la humanidad que así como el venció la muerte y nada le pudo detener para cumplir la voluntad del Padre Dios, por lo que Dios le levanto de los muertos y le puso sobre todo, así también a los que hacen su voluntad les dará potestad de ser llamados hijos de Dios y moraran con El por la Eternidad.
No volvamos nuestros ojos al afán del diario vivir, mantengámoslos más bien en Cristo que nuestro sostén.