Alguien dijo acertadamente: Hoy en día la falta de un verdadero sentido de la vida impulsa a millares de personas hacia las drogas, la violencia, la desesperanza y aun el suicidio.
Un muchacho de 16 años de edad escribió en su carta de despedida: "Queridos padres, por favor no se hagan reproches. Ustedes me dieron todo lo que pudieron. No tienen la culpa. Pero me es insoportable no tener respuesta de cuál es el sentido de mi vida. Ya no puedo más con todo este absurdo. ¿Por qué debo vivir, si al final esto no sirve para nada?"
La solución del problema de la falta de sentido de la vida empieza con afirmar que no somos producto de la casualidad. Dios es nuestro creador. Él nos dio la vida. ¿Ya pensó alguna vez que Dios quiso que usted viviera? Además usted es único, porque Dios solo hace ejemplares exclusivos. Y Él lo ama.
En esto se mostró el amor de Dios, en que no abandonó a sus criaturas a su suerte, cuando cayeron en el pecado y se revelaron contra Él. Al contrario, pensó en salvarlas, y con este fin, envió a su Hijo como hombre a la tierra y lo entregó a la muerte de cruz. Jesús, el único que no cometió pecado, murió en lugar de los pecadores. Con el sacrificio de su vida pago las culpas de todo aquel que acude a Él para ser perdonado.
Junto con el perdón, el pecador recibe una nueva vida, sellada con "el Espiritu Santo", que habre nuevas perspectivas y le da motivos para vivir de una manera que agrade a su Creador y Señor.
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