La Invitación


“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid comprad sin dinero y sin precio, vino y leche”

Isaías 55:1

Recibir una invitación es ser honrado: ser tenido en mucha estima. Por esa razón todas las invitaciones merecen una respuesta amable y atenta.
Pero las más increíbles invitaciones no se encuentran en sobres o en galletitas de la suerte, sino en la Biblia.
No puedes leer acerca de Dios sin encontrarlo en el acto de extender invitaciones. Él invitó a Eva a casarse con Adán, a los animales a entrar en el arca, a David a ser Rey, a Israel a dejar las ataduras, a Nehemías a reconstruir Jerusalén. Dios es un Dios invitador. Invita a María a tener su hijo, a los discípulos a ser pescadores de hombres, a la mujer adultera a empezar de nuevo, y a Tomás a tocar sus heridas. Dios es un rey que prepara el palacio, pone la mesa e invita a sus súbditos a entrar.
Dios es un Dios que abre la puerta y convida con la mano a los peregrinos a que se sienten a una mesa puesta. Sin embargo, su invitación no es solo para una comida, es de por vida. Una invitación para entrar en su reino…

¿Quién puede entrar? Cualquiera que lo desee.



Tomado del libro "Y los ángeles guardaron silencio" de Max Lucado.